sábado, 28 de julio de 2012

CUENTO INFANTIL trabajo en clase


Al caer la tarde, choco iba caminando
por el sendero de almendros con si amigo Grisbi, una ardilla chiquita,
chiquita. Iban conversando animadamente y gesticulando.
Derepente, grisbi se detuvo y se bajo el pantalón. -¿Qué te paso?- le pregunto
choco-¿te pegaron?
-si, y me dieron una tremenda nalgada. Bajo si cola frondosa, justo en medio del
trasero, la ardillita tenia marcada la mano de su papa.
“¡qué suerte tiene Grisd!”, pensó choco. Todos sus amigos ya habían recibido una palmada
en las nalgas, por lo menos una… pero a el, choco, ¡nunca, nunca le habían  pegado!! 
Y su sueño, obviamente, era recibir un dia unas buenas nalgadas… igual que
grisbi. Que sueño tan curioso ¿verdad?
Al llegar a casa, choco se acosto en el sofá con su caja de cereales y se puso a
pensar: después de todo, si quería una nalgada solo tenía que buscársela y
había una cantidad de diabluras que podía inventarse para que lo castigaran.
Por ejemplo… ¡claro ¡
Rápidamente choco se subió a un asiento y bajo del estante de arriba uno por uno, los
cincuenta y seis frascos de mermelada de bambu… todas las reservas para el
invierno. “¡Aja!”  , se dijo, muy
contento “esto no se debe hacer, lo tiene absolutamente prohibido. ¡Apuesto a
que me van a castigar! Ya es hora, ¡tengo cinco años ¡”
Un poco mas tarde… los padres de choco volvieron del trabajo, abrieron las puertas
de su casa y… ¡que desorden ¡ habían frascos rotos y regueros de mermelada de
bambú por todas partes, y en medio de todo estaba choco, dormido, despaturrado
sobre el tapete y con la barriga hinchada.

-¡Mi pequeñín¡-grito la mama.
-¡Mi niño!- exclamo el papa.
-¡Pobrecito!-suspiro
la mama.
-Deberíamos pasar mas tiempo con el….-añadió el papa.
Los padres de choco a costaron a su pequeño en la cama y lo arroparon bien.
-¡Ay! Ahora no tengo ganas de ordena, estoy muy cansada –dejo la mama.
-Mañana,
ordenaremos mañana
-replico el papa. Y añadió:
-Mañana tendré que hablar con choco, tengo que explicarle…
-Mañana –lo interrumpió la mama -, lo haremos mañana. y se puso a ver  televisión
A  la mañana siguiente, choco lateblanco estaba sentado en su banco en el patio del colegio, con la cara un poco amarillenta. Los otros niños lo rodeaban.
-¿Te comiste los cincuenta y seis potes de mermelada de bambú? y ¿qué dijeron tus padres? ¿Te dieron unas buenas palmadas?
-no, nada de nada. Ni regaño ni
nalgada –contesto choco decepcionado.
-¡Que suerte la tuya!-exclamaron en
coro sus amigos, antes de desperdigarse por el patio de tras de un balón. Pero
el pandita regordete se quedo allí, solo y triste, sentado sobre  ese pequeño trasero al que le hubiera gustado
tanto, pero tanto, recibir unas buenas paladas.

De repente, choco lateblanco se
levanto. Como sus padres no querían reprenderlo, ¿pues entonces trataría de que
lo castigaran en otra parte! Y he aquí que, por una ventana, choco vio a su maestra pegando dibujos en las paredes del salón.

Lucy tucru era una vieja lechuza muy
arrugada y simpática.

-¡Oh!, eres tu, choquito. ¿Quieres algo?
-Si, señorita, quiero… quiero que me
de unas nalgadas, por favor.
Sorprendida, la maestra miro a su
alumno por encima de los anteojos.
Unas nalgadas, pero  ¿Por qué? ¡Choco no se las merecía!¡Al contrario! Y para probárselo, le
estampo un besote en cada mejilla. ¡Pobre, pobre choco, a el que le hubiera
gustado tanto recibir una buena nalgada en lugar de un beso!

Pasaron unos días…Y el domingo siguiente, choco
lateblanco fue a visitar a su padrino Juancho, un ciervo flacuchento, grande y
muy chistoso, que tenia unos cuernos despeinados y se reía de cualquier cosa.
-Hola, jovencito, Jo, Jo, Jo. Mi chocotico tico, ¿Qué te trae por aquí? Padrino, ejem, por favor, mmmm,
¡dame  una nalgada!

-¿Una nalgada? quieres que yo,
Juancho, te de una nalgada? ¡De ningún modo! Te has vuelto tan grade y gordo
que eres tres veces mas fuerte que yo. ¡Y si te llego a tocar, me vas hacer papilla!
-De un cabezazo me mandarías al
cielo… y no tengo ganas de convertirme en cometa, ji, ji, ji, ni  en…ni en saco de boxeo, ju, ju, ju.
Bromando, Juancho hizo como si
boxeara con choco, pero el panda no tenía ganas de reírse: hoy tampoco
recibiría unas buenas nalgadas.

Finalmente un sábado, Héctor, su
amigo castor, lo invito a su fiesta de cumpleaños. Parece que iba a haber chicas
y choco estaba muy entusiasmado.
Cuando iba por el camino del arroyo,
choco escucho los compases de la música. “¡recorcholis! La fiesta ya empezó”
pensó, y apresurándose, se lanzo de un salto al puentecito de troncos que
conducía a la casa de su amigo.

Pero el peso de choco hizo que la
madera se rompiera y… ¡cataplun!  El
panda fue a dar de narices en el barro. Al ver el puente roto, papa castor, que
era un señor de muy mal carácter, se puso en seguida a gritar y a vociferar.

Avergonzado, choco se quedo  dentro del agua en cuatro patas, mientras su
pequeño y mullido trasero sobresalía como una isla en medio del arroyo. Entonces papa castor se acerco… y
¡pam! Le dio en golpe en la nalga derecha. Y luego ¡pum! ¡Le dio un golpe en la
izquierda! ¡Pam! Y ¡pum!

-¡Ay, ay, ay! ¡Como duele! –empezó a
quejarse choco. Un poco sorprendido, papa castor dejo de golpearlo y dijo:
-bueno, es suficiente por hoy. ¡Pero realmente te merecías esas nalgadas!

Una nalgada… Choco finalmente había
recibido lo que quería: unas buenas palmadas en las nalgas… ¡entonces así era
la cosa!

El panda se sobo la colita, ay, ay,
ay y sonrió: ahora ya sabia, como todos sus amigos, lo que eran una nalgada… Y,
al igual que ellos, tratarían de no volver a recibir otra nunca más.

En seguida choco invito a bailar a
una cabrita de su clase, la de los lindos ojos verdes, ¡y se olvidó de las
nalgadas! Con el corazón contento, comenzó a mover su mullido traserito.


         

1 comentario:

  1. Que cuento más horrible.¿ Qué persona en sus cabales querría que le golpearan? ¿Quién le pegaría a un pequeño por tener un accidente? Que cosa enferma seguir promoviendo el maltrato infantil

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